Un espacio de estudio y reflexión sobre el patrimonio arquitectónico de Carmen de Patagones y la zona de influencia.

sábado, 25 de junio de 2011

LA TORRE Y EL FUERTE

El fuerte de Río Negro se comenzó a construir en 1780, un año después de la fundación de Carmen de Patagones.
Su diseño pertenece al Ingeniero José Pérez Brito quien pertenecía al Real Cuerpo de Ingenieros Militares (llegó a tener el grado de Coronel), esta institución tuvo una importante participación en el territorio Argentino a comienzos de la mitad del siglo XVIII, caracterizándose por su formación neoclasicista.

Como era lógico el fuerte se emplazó en el sector más alto con el fin de asegurar una visión de toda la comarca, si observamos la planta que confeccionó Pérez Brito constatamos claramente que responde a esa concepción clasicista; otro fuerte, el del Río Colorado, también proyectado por este ingeniero es muy similar en su planteo al del Río Negro.
En realidad el fuerte no se construyó siguiendo con exactitud el proyecto de Pérez Brito, sí se mantuvo la distribución original, pero las edificaciones difieren formalmente de las planteadas al comienzo.
Solo se construyeron tres bastiones de los cuatro pensados, dos miraban al río y el restante ubicado hacia el noroeste.

Los siguientes gráficos muestran acabadamente lo antes expresado:
Plano del fuerte
(proyecto del Ingeniero José Pérez Brito)

Levantamiento topográfico de fuerte El Carmen hacia 1822
(Atribuido al Teniente Coronel Ambrosio Crámer)

De los pocos documentos gráficos existentes referidos a los primeros años del Fuerte encontramos algunos dibujos del naturalista Francés Alcide d’Orbiny, quien visitó El Carmen en 1829.
En esta primera perspectiva general del establecimiento del Río Negro se puede apreciar como el fuerte conquista la planicie y el paisaje todo. Una de las tantas personas que describen a Carmen de Patagones, Eduardo Sánchez Ceschi, en su libro Crónica Histórica de Carmen de Patagones nos dice:         “... levantaba sus líneas el fuerte, como dominando por un lado el río y por el otro la inmensidad del desierto ...”.

En este otro dibujo, también de d’Orbiny se puede apreciar a un grupo de indios y habitantes del villorrio entorno al fuerte. En este caso observamos como la torre del fuerte parece emerger de esa mole de piedra que es la muralla. La inexistencia de aberturas, lo compacto y despojado del muro logran el efecto antes descripto y la idea de algo impenetrable.




Como hemos podido comprobar por los relatos de viajeros y de algunos habitantes de Carmen de Patagones el fuerte y el paisaje circundante se mantuvieron casi igual durante 100 años, la fortaleza en lo mas alto, el río en la parte inferior y entre ambos el pueblo.
Es a partir de 1880 cuando comienza a cambiar el paisaje, muchos son los factores de ese cambio, a continuación se resumen los más importantes:
·         En 1879 finaliza la campaña del desierto por lo tanto el ejército decide levantar la guarnición del Fuerte del Río Negro, dado que la misma ya no tiene razón de ser. Las autoridades Maragatas solicitan las instalaciones del viejo fuerte para demolerlo y destinar ese lugar para la construcción de la municipalidad y el templo. Antes de demolerlo se decide preservar la torre como recuerdo histórico de la fundación y utilizar el resto de los materiales para la construcción de los edificios antes citados.
·         En 1880 el gobierno provincial aprueba el ensanche urbano de la ciudad y es entonces cuando se comienza a construir sobre la planicie.

Estos dos factores son de vital importancia para los años siguientes, es fácil comprobar cómo en 30 años cambió la fisonomía de Carmen de Patagones, se construyeron la Municipalidad, el templo, los dos colegios religiosos, los teatros, infinidad de comercios, etc.  Es tan acelerado el crecimiento que si observamos una fotografía de Patagones del año 1920 vamos a comprobar como el fuerte o lo que queda de él, la torre, deja de poseer ese dominio visual sobre la comarca, en adelante va a ser el templo quien tenga ese privilegio.


Las fotografía y el dibujo que a continuación se muestran dan testimonio de lo expresado:
 Carmen de Patagones hacia 1920


Patagones en la actualidad

Analizado el crecimiento de la ciudad y su relación con el fuerte es conveniente pasar a examinar el concepto de fortaleza y que función cumplía el fuerte para el pueblo de El Carmen.
Un fuerte, nuestro fuerte, fue un lugar seguro donde protegerse, un sitio donde defenderse, ya sea de malones o, como sucedió en 1827, de la invasión Brasileña. Como toda fortificación poseía una torre desde donde podía contemplarse toda la comarca y así alertar sobre posibles peligros que asolasen a la población. A continuación se transcribe parte del relato de Alcide d’Orbiny:  “... El capitán hizo poner a todos los hombres bajo las armas. Se dispararon los tres cañonazos convenidos para avisar a los habitantes dispersos en chacras y estancias que se pusieran en seguridad; se hicieron pasar algunos voluntarios a la población del sur y se esperó. Los pobladores estaban en la mayor consternación. Todas las mujeres se refugiaron en el fuerte con sus hijos, mientras los hombres, sin excepción, ocuparon sus puestos; unos como exploradores, los otros alrededor del villorrio y en las baterías del fuerte ...”,   “... Parecía tener de setecientos a ochocientos guerreros, que estaban acampados en los alrededores, lo que hizo que ninguna familia quisiera salir del fuerte;  todos los habitantes de Carmen se reunieron allí. Alojaba en mi pieza, aunque era muy pequeña,  de diecisiete a dieciocho personas, contando los niños ...” .
Como se puede deducir a partir de lo expresado la idea de torre es la de ser centinela y la del fuerte la de proteger, esto se resume arquitectónicamente en un gran muro ciego perimetral y una torre que parece emerger de él.

A partir de 1880, año en que se demuele el fuerte,  la torre perdió ese muro perimetral que hacía de protección. Desaparecido el patio del fuerte el cual seguramente dominaba  con esa figura tan erguida, quedó totalmente sola, descontextualizada del paisaje circundante. Además, a partir de la construcción del templo, su función dejó de ser la de mirador para constituirse en el campanario del nuevo edificio religioso.
Con el transcurrir de los años la manzana se comenzó a poblar de nuevas construcciones, con edificios que de alguna manera pasaron a ocupar la función de muro comenzando a encerrar nuevamente a la torre devolviéndole esa idea de recinto fortificado.

Es importante ahora plantearse cómo intervenir en el área de la vieja torre del fuerte.
En los últimos veinte años se han barajado dos posibilidades, de las cuales una es la que ha tenido más adeptos. La idea más popular es la de “liberar” a la torre de todas las nuevas construcciones que la encierran y parecen ahogarla. La otra idea es la de cerrarla totalmente como si fuera un muro fortificado.

Lo más importante es garantizar la memoria histórica, que a veces por contingencias, o por el escaso valor que asignamos al edificio, o por cambios de función o contexto, no nos es revelada.

El hecho de liberar a la torre de su encierro:

·         ¿No la convertiría en un objeto escultórico, más que en un edificio que exprese su pasado?.

·         ¿No la transformaríamos en un objeto de consumo turístico, más que en un sitio que contiene nuestro pasado?.

·         ¿No la convertiría en un obelisco, más que en una torre mirador?.

·         ¿No le restaríamos ese halo de misterio que siempre tuvo para transformarla en un objeto?.

·         Al liberarla ¿no se crearía una nueva plaza en competencia con la ya existente.

¿Por qué si durante años la torre estuvo delimitada, enclaustrada, protegida  tras un muro, hoy se lo vamos a retirar?.
Es importante tener en cuenta que en una manzana muy compacta, donde predomina el lleno sobre el vacío, es mucho más fácil cerrarla que abrirla. Con una mínima inversión le devolveríamos a la torre la idea primigenia.
Interiormente la situación es distinta de lo que observamos desde la calle, aquí  sí es importante “liberar” a la torre de las construcciones que la asfixian devolviéndole de alguna manera el patio que tuvo hace 150 años.

Otro elemento importante que encontramos en esta área y que está vinculado estrechamente con la torre es el pasaje San José de Mayo, dado que esta escalinata constituye el recorrido obligado de todos aquellos que recorren el casco histórico.
Desde siempre la clave de las escalinatas es comunicar dos puntos, por ejemplo la escalinata de plaza España, en Roma, nos vincula con la Iglesia Trinidad de los Montes; algo similar ocurre con el Campidoglio y con la Iglesia de San Salvador de Bahía en Brasil.

Plano del sector: la escalinata y la manzana donde se encuentra el fuerte

Las escalinatas son verdaderas plazas inclinadas donde domina el espacio público al privado, el abierto al cerrado. En este caso el espacio no alcanza a cerrarse es decir no conforma un verdadero interior urbano, esto se lograría completando las fachadas existentes.
Esta claro que la expectativa que se experimenta al subir no debe ser defraudada al llegar a la parte alta, es decir que nuestra escalinata nos podría comunicar con el fuerte (puede ser el acceso del mismo), de esta forma se ofrecería un punto trascendente a un uso necesario.

Además de todos estos lugares de valor patrimonial existe otro rincón de mucho interés, es el lugar en donde estuvo ubicado el observatorio meteorológico de los Salesianos, justo encima de la actual puerta de acceso a la torre. Si bien hoy ya no existe ningún instrumental en ese lugar se puede rescatar al mismo como un sitio histórico importante del área.